martes, 30 de octubre de 2012

La presión de Marruecos y un efecto llamada propician la avalancha de pateras


Las alarmas se han activado de nuevo. Hacía años que el Estrecho había dejado de ser ese pasillo dramático y prioritario que miles de inmigrantes trataban de cruzar de manera clandestina para alcanzar la ansiada Europa. Desde 2005 se fue produciendo un descenso paulatino del número de pateras interceptadas y en los últimos años apenas se registraban algunas expediciones, a cuenta gotas, porque pese a todo la ruta más corta resulta la más tentadora. Enfrente de la costa gaditana, Tarifa se divisa demasiado cerca para quien busca huir de la extrema pobreza.
Pero esta aparente tranquilidad se ha roto por completo en este mes de octubre. Salvamento Marítimo volvía ayer a rescatar a 29 inmigrantes de origen subsahariano que viajaban a bordo de cinco lanchas de juguete. Esto ha dejado de ser anecdótico porque el día anterior, la actividad fue frenética en el Estrecho: hasta siete barquitas y 42 personas fueron auxiliadas ante el riesgo de naufragio. Cruz Roja aportaba ayer el dato que demuestra cómo el Estrecho vuelve a ser la ruta más explotada por las organizaciones criminales: entre el viernes y el domingo, los voluntarios de los Equipos de Respuesta Inmediata en Emergencias (ERIE) han atendido a 64 personas; 318 en lo que va de mes de octubre, lo que supone un tercio de los auxilios realizados este año (838 personas).
Pese al incremento de pateras arrojadas al Estrecho, estas cifras están muy lejos de las que se registraban en los años más duros. En 2004, por tomar un dato de referencia, Salvamento Marítimo rescató a 1.300 personas en el Estrecho.
La implantación del Sive en la costa de Cádiz (la primera cuya vigilancia fue reforzada con cámaras) fue determinante para que las mafias desviaran sus rutas hacia Canarias, que a partir de 2006 viviría su particular drama, y posteriormente hacia la costa oriental andaluza. La ampliación del sistema a todo el litoral de Andalucía provocó imágenes inéditas como la llegada de pateras a la costa murciana. Era la respuesta de los traficantes a cada refuerzo de los controles de las autoridades españolas.
Por eso, cuando la presión de la inmigración clandestina vuelve a intensificarse en el Estrecho, la pregunta es obligada: ¿por qué?
No hay una única razón y el que en estos momentos haya miles de personas en Marruecos y su frontera con Argelia a la espera de pegar el salto, son varias como así lo señalan desde los cuerpos policiales, los servicios de rescate o la Cruz Roja, cuyo presidente en la asamblea local de Tarifa, Israel Díaz, aseguraba que están preparados ante la llegada masiva de extranjeros: «Se prevé que vaya a haber mucho trabajo». La información le llega de las ONGs que trabajan al otro lado del Estrecho.
'Langostas negras'
La política migratoria feroz que aplica Marruecos está siendo clave. Organizaciones humanitarias como Médicos sin Fronteras llevan alertando desde hace meses de cómo la Policía marroquí está ejecutando redadas salvajes en los asentamientos de los inmigrantes subsaharianos en ciudades como Oujda o Nador, próximas a Melilla, que acaban con los inmigrantes expulsados al desierto de Argelia, aunque su país de procedencia no sea ése. Solo en el pasado mes de julio, Médicos sin Fronteras atendió a 156 heridos en Oujda por agresiones policiales.
Esta información también llega de boca de los inmigrantes que logran entrar en España. El portavoz de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDH) en Cádiz, Rafael Lara, explicaba ayer cómo se está generando «una campaña de las autoridades marroquíes para desprestigiar y denostar a los inmigrantes subsaharianos acusándoles de terroristas, de delincuentes y llegándoles a calificar de 'langosta negras', en el sentido de que están invadiendo Marruecos».
Ante esa situación, los sin papeles que llegan al reino alauí como escala previa antes de su aventura hacia Europa, se afanan por saltar cuánto antes la valla de Melilla o buscan a la desesperada un hueco en la primera patera. El regreso a su país de origen es una opción que descartan por completo.
En la costa, la Gendarmería marroquí facilita la salida de lanchas hinchables cada noche haciendo la vista gorda. No es ninguna suposición, también lo cuentan los supervivientes de cada travesía. Esos testimonios han sido recogidos por agentes de la Unidad contra las Redes de Inmigración (UCRIF) de la Policía Nacional en Algeciras. «Nos dicen cómo los ve la Policía marroquí saliendo de la costa y no los detienen». Este funcionario, que ha participado en la detención de los últimos pateros responsables de tripular una embarcación precaria interceptada en Motril con más de 60 personas, es tajante: «Marruecos no hace nada por impedir que salgan las pateras».
Se corre la voz
Esos mismos testimonios de inmigrantes también revelan que «se ha corrido la voz» sobre la facilidad de quedarse en España, aunque sea en situación irregular y atrapado en un limbo tejido entre estados. Este efecto llamada no es nuevo. En anteriores oleadas se supo cómo los traficantes alentaban a las mujeres para quedarse embarazadas antes de subirse a la patera convenciéndolas de que teniendo su hijo en España nunca serían expulsadas. Las víctimas, ellas, llegaban incluso a soportar una violación para quedarse en cinta.
Esta vez, el efecto llamada tiene una base verdadera. La falta de espacio en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Algeciras y el de estancia temporal de Tarifa, que han vuelto a saturarse con esta nueva avalancha de pateras, obliga a dejar libres en pocos días a los sin papeles que no tienen patria reconocida. «La mayoría de ellos se niegan a decir cuál es su estado de origen, aunque podamos sospecharlo. Carecen de documentos para corroborarlo y los consulados de los países emisores rara vez los reconocen», señala el mismo policía. Estos apátridas, solo formalmente, quedan abocados a deambular por España, en situación irregular.
Por eso, los extranjeros que cruzan ahora el Estrecho no son marroquíes como antaño. Entre Marruecos y España existe un acuerdo bilateral por el cual cualquier ciudadano del reino alauí que entra en España de forma clandestina es directamente expulsado a su país. Como también ocurre con otros estados como Bolivia.
La saturación de los centros gaditanos se complica ahora porque en junio se cerró el CIE de Málaga y son los únicos operativos en Andalucía.

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