sábado, 23 de febrero de 2013

ltar de vírgenes y santos inmigrantes


Al final, los encontré en la iglesia de Sant Agustí. En la capilla del Roser, conviven con sincretismo posmoderno la virgen de Paraguay (Nuestra Señora de Caacupé); la Caridad del Cobre, venerada en Cuba; el señor de los milagros, patrono de Perú, y la virgen de Bolivia, conocida como la virgen de Copacabana. En otra capilla están la imágenes de la Inmaculada y de san Lorenzo Ruiz, ella virgen y él santo de padre chino, venerados en Filipinas.
zoomVírgenes latinas, en la capilla del Roser, la semana pasada.
Vírgenes latinas, en la capilla del Roser, la semana pasada. JULIO CARBÓ

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Información publicada en lapágina 35 de la sección de cv Gran Barcelona de la edición impresa del día 20 de febrero de 2013VER ARCHIVO (.PDF)
La semana pasada, el día en que Joseph Ratzinger anunció su renuncia, empezaba esta crónica. A primera hora, era evidente que algo raro sucedía en la curia porque el teléfono del arzobispado ardía. Leía la noticia y asumía que los santos emigrados no serían una prioridad.
Comenzaba así una peregrinación por la ciudad en busca de esos santos que llegaron con la inmigración. Los encontraba con banderas nacionales y con exvotos, creando una Barcelona devota y difícil de imaginar para quien ve en las iglesias arte y turismo y no milagros.
En Barcelona, según la Oficina d'Afers Religiosos del ayuntamiento, hay más de 460 lugares de culto. Internet me enviaba a la iglesia de los santos Just y Pastor tras las huellas de la comunidad filipina. Una mujer latina me decía que los filipinos estuvieron ahí, pero que fueron a la iglesia de Sant Jaume. Olía a incienso y a siglos en esta iglesia del barrio Gòtic. Afuera anochecía y los vitrales se teñían de los reflejos de la luz mortecina y del azul del cielo.
Tan lejos y tan cerca
En la iglesia de Sant Jaume, un sacristán, Francisco Gutiérrez, 20 años, me informaba de que la comunidad filipina también se había ido de ahí. Quedaba en esa iglesia una virgen polaca, con la bandera del país, y un santo llamado Expédito, quien llegó con la migración latina y que, en apariencia, es un soldado romano. El santo tiene fama de milagroso en Latinoamérica y, el lunes, era el que acumulaba más flores y exvotos. Me decía Francisco que Expédito es santo de lo inmediato, de lo que no hay que dejar para mañana.
Era él quien me recomendaba que me dirigiera a la iglesia de Sant Agustí y a la de Santa Mónica. En la primera se reúne la comunidad filipina. En la segunda, hay una virgen negra de nombre Bisilia, que llegó de la isla de Bioko, en Guinea Ecuatorial, y que congrega a África en Barcelona. Santa Mónica estaba cerrada. Eran unas transexuales que salían a trabajar quienes me advertían de lo milagrosa que es esa virgen.
En Sant Agustí Vell, encontraba el manual de la hagiografía emigrada. Un chico paraguayo se acercaba mientras yo admiraba la capilla del Roser, tan estéticamente latina en flores y colores y como tan lejos de Latinoamérica. El chico busca trabajo. El domingo regresé a Sant Agustí. Unos 300 filipinos seguían una misa en tagalo. Llegaba cuando se montaba un mercadillo de comida filipina en la plaza. Acabado el ritual, los repartidores de publicidad -vuelos baratos a Filipinas y parabólicas- acababan los volantes. Otros lazos.

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fuentes http://www.elperiodico.com/

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